"Para todas las personas que se jugaron su libertad por la de todos."

Durante años recibe la llamada.
Una vez por semana. O cada quince días. Entre las diez y las once, cuando la gente está cenando. A veces, los domingos por la noche. Otras, los lunes. Al día siguiente, a las tres, cuando salen a borbotones los trabajadores de los bancos, baja al andén del metro de Sevilla. A esa hora es un lugar seguro. ..


En el asiento que está junto a la última papelera, al fondo, hay una mujer que lleva siempre puestas unas gafas de espejo de montura redonda. Si algún día no las lleva, ya sabe que no tiene que acercarse. Se llama Yailene. Un nombre tan falso como agradable al oído. Yailene. .


Cuando todo es normal, al llegar a su lado ella se levanta y él ocupa su sitio.
En segundos, la mujer desaparece entre el público que se hacina como ganado. No la sigue con la mirada, es mejor así. Una vez lo hizo, y descubrió que sus piernas eran bonitas. Como su voz. De sus ojos no sabe decir nada, porque nunca la ha visto sin gafas. En esas horas punta, los trenes pasan cada poco. El primero que aparece llega abarrotado. Con toda seguridad, ella lo habrá cogido. O puede que no, que haya atravesado al otro extremo del andén y vuelva a la calle.

El tren pita la primera vez para avisar que se van a cerrar las puertas. Entonces, aquel chico joven que no lleva el pelo largo, ni una chaquetilla verde y sucia de la guerra del Vietnam, ni una boina al estilo del Che, ni barba, ni nada que huela a la juventud de su época… saca de debajo del asiento la enorme y pesada bolsa de El Corte Inglés, y de tres pasos rápidos alcanza la puerta del vagón. Con su cuerpo -a riesgo de cargarse el traje y arañar unos zapatos Martinelli relucientes-, asalta esa empalizada de codos y caderas, y mete el culo sin parase en modales. La bolsa, abrazada contra el pecho, inseparable, pero siempre distinta, parece una más de esas bolsas vulgares destinadas a cambiar de manos. En este caso, de las suyas a las de Chumpéter; y esa misma tarde, sin demora.

Dos días después, todo lo más, las escaleras de las facultades, las bocas de metro, las calles y las puertas de las fábricas parecen alfombras blancas sembradas de panfletos y octavillas. .


Codorníu...
(Cuántos recuerdos... Siempre me pasa al remover armarios sacando la ropa de verano para guardar la de invierno. Una tontería, porque en el fondo han pasado muchos años, toda una vida. Sin embargo, no hay vez que no aparezcan las gafas de espejo de montura redonda por algún lugar, o por algún cajón. Y si alguna primavera no salen, ya me pongo nervioso. Se me desata aquella cosa en el estómago como entonces, cuando escuchaba su voz al otro lado del teléfono. Aquel tono dulce y suave que me decía escuetamente: «Soy Yailene, ha llegado una botella de Codorníu», y colgaba.)
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Publicado por Codorníu

Del Blog:
Aguas Abajo

Por las mujeres y hombres que entonces lucharon por la libertad, y para los que hoy siguen luchando para conseguir un mundo mejor....
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GUERRAS OLVIDADAS