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Soy lesbiana y soy feminista, soy madre de una niña, soy gorda, soy morena, soy pobre, estudie Ciencias de la Comunicación, pero constantemente estoy desempleada por haber elegido inconformarme cuando hay injusticias y por causa de estos ojos míos que se dan cuenta y de esta boca mía que no sabe como callar.
Me invitaron a hablar desde esta forma en que yo miro y hago el feminismo, que por supuesto no es única ni hablo a nombre de todas las feministas. Nada más la forma mía, que es una forma radical porque no cedo, no renuncio y sigo preguntando neciamente, a pesar de que para el día de hoy decirse feminista, en ciertos lugares y ciertos espacios significa ser estigmatizada, señalada e incluso negada, hasta, por participantes de los propios movimientos sociales.
Es por ello que agradezco mucho el que me permitan estar aquí y compartir un poco de cómo yo entiendo la necesidad urgente del feminismo como filosofía política que cuestiona el orden establecido en el mundo.
Es necesario comenzar por denunciar que en el orden mundial, el mencionar a la categoría política mujeres, significa nombrar a un sector de la población cuya característica común es –al haber nacido con vulva- el estar sujetas a modelos impuestos desde el poder patriarcal que nos obligan al servicio y a la sujeción.
NO HAGAS, NO DIGAS, NO VAYAS, NO PIENSES. Nos vuelven ajenas a nosotras mismas con tal de que sirvamos al sistema ideológico, cultural y económico hoy existentes.
Esta enajenación ocurre cotidiana y sistemáticamente y desde ángulos diversos: Desde la sutileza en que visten por ejemplo, de rosa, encajes y listones la maternidad, como una obligatoriedad social.
Hasta aquellos modelos irreales y designados por la visión del otro en donde somos las musas, las abnegadas, las caritativas, las putas, la modelo anoréxica del comercial, o las santas. Cualquier caricatura, menos sencillamente humanas.
El estímulo a la competencia y falta de solidaridad entre nosotras desde pequeñas, desde concursar por quién es estéticamente más aceptable, quién la más lista, quién la más atenta, quién la más…, impidiendo la unión entre nosotras, desarticulándonos desde el principio como aliadas políticas.
Ya sabemos, aquellas que buscan romper estos modelos establecidos padecen desde la sanción social, el escarnio público, a formas de coerción devastadoras: Violencia física, sicológica y de Estado.
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