La bolsa o la vida

Mientras discutimos acerca de la crisis, la crisis devora cada día los puestos de trabajo de miles y miles de personas. Ellos, ellas, no serán rescatados de su drama mediante grandes flujos de dinero público. Recibirán a plazos cantidades que antes dieron y mirarán con miedo el porvenir.


Mientras nos ponen frente a la crisis, mientras miramos sus vaivenes y sus amenazas, aturdidos, aturdidas por la debacle inmensa del sistema, se alzan las voces que exigen despidos más baratos y trasvase de dinero público a las mismas manos privadas que han generado el caos. Mientras nos abrumamos o nos indignamos por tanta desvergüenza, nos cuelan de rondón la privatización de los centros de atención primaria, la privatización del agua.


Tal parece que han soltado a los lobos y es de noche y apenas si sabemos por qué esquina nos van a aparecer ni qué podemos hacer para afrontarles.

Y no es solo quien da en Madrid la cara -dura- en pro del beneficio empresarial a costa de las necesidades humanas ( la salud, la educación, el agua...). No. Que fue el gobierno quien habló en verano de liberalizar (más todavía) la economía ante la crisis. Como si no hubiera sido justo la liberalización salvaje de la economía su principal causante.

Mientras en nuestro mundo se incrementa vertiginosamente el paro y azota con su cola de desgracias personales a sus víctimas, en el planeta, según la ONU, 75 millones de personas han sumado su hambre a los 850 millones que ya estaban pasándola.

La reducción del gasto público siempre daña a los frágiles. Se recortan las ayudas, las ofertas públicas de empleo, la creación o ampliación de servicios (escuelas infantiles, por ejemplo, como anuncia el alcalde de Madrid)... Pero ¿ de qué reducción están hablando si gastamos millones y millones de euros en el intento de que la bolsa suba?. Se saque de donde se saque, se trata de dinero público que podría emplearse en otra cosa.

Al calor de un chantaje (o nos dais el dinero o iréis todos al paro) se olvidan otras formas posibles -solidarias y públicas- de gestionar la crisis, se olvida que han sido la especulación y la búsqueda de cada vez más beneficios, los principales factores del desastre. Lo olvidan quienes lo han hecho posible, lo olvidan los economistas al uso que les siguen el juego, lo olvidan los periodistas que repiten sin enjuiciar la cantinela. Lo olvidan, sobre todo, quienes tienen el deber de gestionar a favor de quienes les hemos elegido.

Pero se trata, como siempre, de la bolsa o la vida.
Y han elegido la bolsa una vez más.

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GUERRAS OLVIDADAS