Cuatro mujeres y tú

Te educaron para muchacha normal con destino de princesa gracias al amor que todo lo puede, todo lo redime, todo lo arregla, como en los culebrones.

Había que tener paciencia.
Y para eso estaban los cuentos: El príncipe azul podía ponerte a prueba, quitarte, por ejemplo los hijos, y no devolvértelos hasta haberse convencido de que le amabas por encima de tanto dolor como te imponia su desconfianza.

O quizás era tu padre el que te cargaba con un saco de sal y te enviaba sola al mundo y tú seguías queríéndole y respetándole.
O barrias y fregabas y cocinabas para los siete enanitos sin quejarte de tu suerte, sino al contrario.
O tu real esposo te sometía a pruebas imposibles para saber si merecías compartir su casa y su trono.
Y fuera de los cuentos, las películas: fierecilla domada para poder ser amada, por ejemplo.

Te educaron para tener paciencia, perdonar, pensar en el amor como ese talismán que te termina protegiendo a tí y cambiando a aquel a quien amas, aquel que piensas que te ama.

Morir es solo un accidente.
Volverías a perdonarle si pudieras resucitar y él te jurara que no volveria a hacerlo.
Incluso tendrías piedad de su dolor de contricción y de su soledad.
Acababas casi de leer esta noticia: cuatro mujeres asesinadas por sus maridos o sus ex maridos en un solo día.
Te estremeció.
Todavía no te has dado cuenta, pero tú has sido la siguiente.
Ya es tarde.
Demasiado tarde para todo.
Otras están a tiempo y hay que hacerlo posible.
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GUERRAS OLVIDADAS